• NEIKER investiga la posibilidad de alternar productos de origen natural con químicos para mantener el control del mildiu y favorecer una viticultura más sostenible.

 

El mildiu, una enfermedad que afecta a las partes verdes de la vid, como hojas, brotes jóvenes y racimos, representa uno de los principales desafíos para el sector vitivinícola vasco. La combinación de abundantes lluvias y altos niveles de humedad en Euskadi favorece su aparición y expansión cada campaña, obligando a los viticultores a aplicar tratamientos frecuentes y a ajustar sus prácticas de manejo para evitar pérdidas en la producción y en la calidad de la uva.

Con el objetivo de ofrecer nuevas herramientas para hacer frente a esta enfermedad, NEIKER comenzó a estudiar el uso de bioestimulantes y biofertilizantes, productos de origen natural que pueden complementar la nutrición de la vid y mejorar su capacidad de respuesta frente a situaciones de estrés.

Para comprobar su efectividad, en un primer momento se realizaron ensayos en condiciones controladas, que permitieron evaluar cómo respondían las plantas al mildiu sin la influencia de factores externos. En estas pruebas se observó que algunos de estos productos podían limitar el avance del hongo y mejorar la capacidad de defensa de la vid.

A partir de estos hallazgos, los tratamientos se aplicaron en viñedo comercial, con el objetivo de estudiar su comportamiento en condiciones reales de cultivo, donde la eficacia de los bioestimulantes resultó más variable. “En el viñedo entran en juego elementos que no siempre se pueden controlar, como la lluvia o el calor, que pueden degradar o lavar los tratamientos”, explica Ana Díez, investigadora del Departamento de Producción y Protección Vegetal de NEIKER.

Estas observaciones llevaron al centro a desarrollar una estrategia combinada, diseñada para optimizar el control del mildiu y reducir progresivamente el uso de fungicidas químicos.

En concreto, la estrategia consiste en alternar aplicaciones de fungicidas, que actúan directamente sobre el hongo, con productos bioestimulantes, que refuerzan la planta y mejoran su resistencia natural. La planificación de cada tratamiento se debe ajustar al ciclo vegetativo de la vid y a las condiciones climáticas de cada campaña, de manera que los productos se apliquen solo cuando son necesarios y en la dosis apropiada.

“La idea es aplicar los bioestimulantes en fases donde puedan reforzar las defensas naturales de la planta, mientras que los fungicidas cubran los momentos de mayor riesgo de infección. Así se mantiene la protección del cultivo y se reduce progresivamente el aporte químico”, señala la investigadora.

 

Impacto en la sostenibilidad

Esta estrategia también tiene implicaciones para la sostenibilidad y la economía del viñedo. La reducción de aplicaciones químicas disminuye la presencia de sustancias tóxicas en el suelo y el agua, preserva la microfauna y puede reducir residuos en la cadena trófica.

Además, permite al sector vitivinícola acceder a mercados que valoran criterios de sostenibilidad y facilita la transición hacia la producción ecológica. En el contexto de las Denominaciones de Origen de Euskadi, como Txakoli y Rioja Alavesa, estas prácticas refuerzan la imagen de agrosostenibilidad y permiten comunicar a los consumidores de vino un alineamiento con políticas verdes y la concienciación ambiental del sector productor.

Para que estos conocimientos lleguen al sector, el centro contempla la organización de jornadas con visitas a parcelas comerciales al viñedo, donde técnicos y viticultores podrán observar de cerca el funcionamiento de las combinaciones de tratamientos y cómo se integran en la gestión diaria del cultivo.

“Esta experiencia conecta los resultados obtenidos en laboratorio y en parcelas comerciales con la práctica cotidiana, facilitando la incorporación de estas herramientas en el manejo habitual de los viñedos y promoviendo una gestión más sostenible y eficiente”, concluye Díez.