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Estrategias para asegurar la rentabilidad de los viñedos frente al cambio climático y las plagas
23 septiembre 2025- En NEIKER investigamos soluciones que hagan frente al cambio climático y las plagas para asegurar la rentabilidad y la sostenibilidad del sector
El sector vitivinícola vasco atraviesa un momento de transformación motivado por el aumento de las temperaturas, la irregularidad de las lluvias y la presión creciente de plagas y enfermedades, que están poniendo a prueba la viabilidad de los viñedos. A esta situación se suman normativas europeas que restringen el uso de productos fitosanitarios, reduciendo las opciones tradicionales de protección y obligando a buscar nuevas soluciones.
Con este telón de fondo, en NEIKER impulsamos diferentes proyectos de investigación y transferencia de conocimiento para que los productores -como los de Rioja Alavesa y Txakoli- dispongan de datos, técnicas y variedades que les permitan mantener la productividad y la calidad de sus viñedos en el futuro.
“El cambio climático y las nuevas exigencias de mercado nos han llevado a una realidad en la que la innovación no es una opción, sino una necesidad para la supervivencia del sector”, explica Olatz Unamunzaga, directora general de NEIKER, y añade que el trabajo del centro tecnológico “es transformar los desafíos en oportunidades, aportando soluciones científicas que los viticultores puedan aplicar directamente en sus parcelas para ser más competitivos”.
La estrategia para afrontar estos desafíos se articula en varios ejes: proteger la salud del viñedo, adaptar las prácticas agronómicas al clima cambiante, conservar la calidad del suelo y aprovechar la tecnología para optimizar la gestión y medir el impacto ambiental. Cada uno de estos frentes forma parte de un enfoque integral que conecta investigación, innovación y transferencia directa al sector.
Herramientas para proteger la salud del viñedo
La primera línea de acción se enfoca en mantener la sanidad de la vid. Para ello, se investiga el uso de bioestimulantes y biopesticidas, que ofrecen alternativas a los productos químicos tradicionales y cumplen con las restricciones normativas. Esta investigación se complementa con el desarrollo de algoritmos de detección temprana para enfermedades como el mildiu y el oídio, que permiten anticipar la infección y aplicar tratamientos de manera más precisa.
Desde NEIKER utilizamos herramientas basadas en datos de campo y modelos predictivos, permiten identificar los primeros signos de infección antes de que sean visibles a simple vista, de modo que los tratamientos pueden aplicarse de manera eficaz y en el momento adecuado.
Al mismo tiempo, se trabaja en la obtención de variedades de vid resistentes y en la recuperación de variedades ancestrales, cuya genética favorece la adaptación a las nuevas condiciones climáticas. Esta combinación de estrategias busca disminuir la dependencia de fungicidas y ofrecer alternativas que contribuyan a la sostenibilidad del cultivo, conectando la protección del viñedo con la adaptación al entorno.
Adaptar las prácticas al clima cambiante
La segunda línea se centra en ajustar el manejo del viñedo a los efectos del cambio climático, que alteran la brotación, la floración y la maduración de la uva. Para ello, se ensayan estrategias agronómicas como el retraso de la poda, que desplaza el ciclo vegetativo y reduce el riesgo de daños por heladas tardías o altas temperaturas en fases sensibles del cultivo.
En paralelo, la gestión del agua se optimiza mediante técnicas de viticultura de precisión, que permiten monitorizar el estado hídrico del suelo y de la planta para ajustar el riego a las necesidades reales. Esto asegura la eficiencia en el uso del recurso hídrico y mantiene la producción incluso en periodos de lluvia irregular. La participación en el proyecto INTERREG-AN-GEL, centrado en la alerta y respuesta ante heladas primaverales, completa este bloque de trabajo.
Desde NEIKER estamos analizando cómo responde la planta tanto a la gestión del agua como a los cambios en los patrones climáticos. Gracias a datos precisos y a un seguimiento constante, podemos identificar y recomendar a los viticultores las prácticas más adecuadas para adaptar sus cultivos y mantener la producción.
Conservar la calidad del suelo y el microbioma
La adaptación del viñedo a las condiciones meteorológicas extremas no se limita a la planta: la salud del suelo es fundamental para asegurar la productividad y la calidad de la uva. Por ello, se investigan prácticas como el laboreo reducido y el uso de cubiertas vegetales, que mantienen la estructura del suelo, mejoran la retención de agua y favorecen la actividad biológica.
Además, se estudia la fauna edáfica y el microbioma, que influyen en el desarrollo de la planta y en el perfil aromático de la uva, aportando información científica sobre el concepto de terroir y cómo este se refleja en el vino. Esta línea conecta directamente con las estrategias de manejo de la planta y las prácticas agronómicas, cerrando el ciclo de adaptación del viñedo desde la raíz hasta la uva.
Tecnología y evaluación ambiental
Para integrar toda esta información y facilitar la toma de decisiones, se emplean plataformas digitales como UREZTA y Agrometeo, que ofrecen datos agroclimáticos en tiempo real para organizar labores, ajustar riegos y planificar intervenciones en función de las condiciones de cada parcela.
En paralelo, se aplica la metodología de Análisis de Ciclo de Vida (ACV) para evaluar el impacto ambiental desde la producción de uva hasta la elaboración del vino. Esta información permite identificar áreas de mejora, validar prácticas agrícolas y facilitar el acceso a certificaciones como la viticultura regenerativa o ecológica, cada vez más solicitadas por el mercado.
Con la investigación y transferencia que realizamos en el centro buscamos que todas las líneas se complementen entre sí: la protección de la vid, la adaptación de las prácticas agronómicas, el cuidado del suelo y la digitalización forman un sistema integrado que permite a los viticultores anticipar cambios, optimizar recursos y tomar decisiones fundamentadas.
De esta manera, “el conocimiento científico se traduce en acciones concretas en el viñedo, asegurando la continuidad de la actividad y la capacidad de mantener la producción y calidad del vino vasco frente a los desafíos climáticos y normativos”, concluye Unamunzaga.